
El INDEC reportó que solo el 3,4% de los industriales planea ampliar su plantilla entre noviembre y enero. La mejora en la confianza no se traslada al empleo.
El precio de la carne aumentó cerca del 15% en un mes en medio de un consumo debilitado y una producción estancada. En la Patagonia, los altos costos logísticos agravan aún más el impacto en los hogares.
PAÍS22/11/2025
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En las últimas semanas, el mercado de la carne vacuna en Argentina registró una nueva escalada que sorprendió incluso a los propios protagonistas del sector. Con un incremento cercano al 15% en apenas treinta días, la suba se da en un contexto de consumo interno debilitado, salarios rezagados y una estructura productiva que no logra responder a las tensiones entre demanda, exportación y costos crecientes. En la Patagonia, la situación se vuelve todavía más compleja por la incidencia del transporte, la cadena de frío y la menor escala regional.
El presidente de la Cámara Argentina de Matarifes y Abastecedores (CAMyA), Leonardo Rafael, confirmó que el precio de la carne subió alrededor de un 15% en el último mes y admitió que “no teníamos en cartera” un aumento tan brusco para este tramo final del año. Según explicó, el reacomodamiento se dio por una combinación de factores: presión exportadora, estancamiento productivo y un mercado interno que no logra absorber los costos crecientes.
Los datos indican que, entre octubre y noviembre, los valores de la hacienda subieron hasta un 20% en novillos y entre 11% y 15% en vacas y vaquillonas. Este incremento generó un desfasaje: mientras la hacienda se encareció rápidamente, los matarifes y frigoríficos todavía no lograron trasladar el total del aumento al mostrador sin perder ventas. De allí que muchas empresas estén operando con márgenes ajustados o incluso negativos.
Rafael atribuyó el movimiento a la competencia creciente con la exportación. “Estamos compitiendo con el exportador que paga en dólares y nosotros vendemos en pesos”, señaló. También anticipó inquietud en el sector por la posible ampliación del acceso al mercado estadounidense, un factor que podría reducir aún más la disponibilidad de carne para el consumo interno.
El estancamiento productivo es otro punto crítico. Argentina cuenta hoy con 52 millones de cabezas, la misma cifra que tenía en 1978, cuando la población era la mitad. Para Rafael, esta falta de crecimiento está vinculada a la ausencia de previsibilidad e incentivos: “Para que llegue un kilo de carne a la mesa, estamos hablando de tres a cinco años de producción”, enfatizó.
La combinación de ciclos largos, falta de inversión y condiciones climáticas adversas —especialmente en zonas inundables— complica la expansión de la oferta y limita la capacidad de respuesta ante picos de demanda o tensiones exportadoras.
Si bien la carne vacuna sigue siendo un alimento central en la mesa argentina, el consumo per cápita cayó de 50 kilos anuales a alrededor de 45–46 kilos. El deterioro del poder adquisitivo y el encarecimiento de los cortes empuja a muchos hogares a buscar alternativas más económicas como pollo, cerdo o cordero. El propio Rafael reconoció que los salarios no acompañan: pese a una inflación anual más moderada, los ingresos siguen perdiendo capacidad de compra.
En la Patagonia, donde Santa Cruz y Tierra del Fuego figuran entre las zonas más afectadas, el aumento golpea con mayor intensidad. A las subas nacionales se suman los costos de transporte, la cadena de frío y la distancia respecto de los centros productivos. Los valores de referencia en Buenos Aires —entre 15.000 y 20.000 pesos el kilo según el corte— suelen ser aún más altos en el sur por recargos logísticos.
Esta dinámica ya incide en los hábitos de consumo: menos asado y cortes premium, mayor demanda de opciones económicas y reemplazo parcial por otras carnes.
Rafael anticipó que la tendencia al alza no se detendrá en el corto plazo. “Vamos a tener algún número diferente a los que tenemos ahora. Para arriba, no para abajo”, dijo. Entre las condiciones necesarias para estabilizar el mercado mencionó previsibilidad, infraestructura, acceso al crédito y una política ganadera de largo plazo que permita planificar ciclos de producción de varios años.
Aunque el aumento mensual es significativo, especialistas y referentes del sector advierten que el problema es estructural: la falta de crecimiento de la producción, la competencia exportadora, la volatilidad de precios y la pérdida de poder adquisitivo conforman una ecuación difícil de sostener. Sin una política integral que equilibre oferta, consumo interno y exportación, la carne corre el riesgo de transformarse en un producto cada vez más inaccesible para gran parte de los argentinos.

El INDEC reportó que solo el 3,4% de los industriales planea ampliar su plantilla entre noviembre y enero. La mejora en la confianza no se traslada al empleo.

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