Mientras Argentina duda, el Reino Unido refuerza su influencia en el Atlántico Sur

Con una presencia británica cada vez más consolidada en el Atlántico Sur, el gobierno de Javier Milei enfrenta el desafío de definir una estrategia clara entre el reclamo de soberanía y la cooperación con Londres.

PAÍS15/09/202519640 Noticias19640 Noticias
Buque británico

La presencia británica en el Atlántico Sur ya no depende de bases ni de grandes despliegues visibles: se sostiene sobre una red regional cuidadosamente construida, que combina cooperación militar, logística, acuerdos bilaterales y una estrategia simbólica sostenida. Frente a esto, la Argentina oscila entre el rechazo formal y la colaboración técnica, sin una política clara que acompañe su histórico reclamo de soberanía sobre Malvinas.

El Reino Unido lleva años tejiendo una red de alianzas y acuerdos que refuerzan su posición estratégica en el Atlántico Sur y la Antártida. En esta arquitectura, Chile se destaca como socio clave: la ciudad de Punta Arenas se consolidó como punto logístico central, recibiendo vuelos militares británicos y operando como plataforma para la proyección hacia el continente blanco. Además, la cooperación entre las Armadas de ambos países permite interoperabilidad, formación conjunta y transferencia de tecnología.

Brasil, por su parte, fortalece su relación con Londres mediante la adquisición de buques de gran porte como el HMS Bulwark, que se suma al ex HMS Ocean, hoy insignia de la Marina brasileña. Estas operaciones no solo representan avances técnicos, sino también una señal política: el Reino Unido considera a Brasil un socio estratégico para su proyección en el Atlántico.

Uruguay cierra el triángulo con una colaboración más discreta pero funcional. Montevideo opera como escala técnica para aeronaves británicas en ruta hacia la Antártida, sin necesidad de presencia permanente. A cambio, Uruguay mantiene relaciones estables en defensa y comercio, sin enfrentar grandes costos políticos internos.

Mientras la Cancillería argentina denuncia avances unilaterales, el Reino Unido impulsa el desarrollo del proyecto Sea Lion, que busca explotar hidrocarburos en la Cuenca Malvinas Norte. Las empresas Rockhopper y Navitas Petroleum lideran la iniciativa, desafiando resoluciones internacionales sin encontrar una respuesta efectiva de Buenos Aires.

En paralelo, Londres sostiene una ofensiva simbólica constante: concursos culturales que vinculan a los isleños con Sudamérica, billetes con la imagen del rey Carlos III y obras de infraestructura de doble uso en las islas. Todo contribuye a una narrativa de “normalidad” que refuerza la ocupación y la identidad británica en el archipiélago.

En un giro delicado, informes británicos confirmaron la reapertura de contactos técnicos entre las Fuerzas Armadas de ambos países. En el marco de la compra argentina de aviones F-16 daneses, con aval de EE.UU., se reabrió el diálogo con Londres sobre cuestiones militares, incluyendo el histórico veto británico al reequipamiento argentino.

Este acercamiento plantea un dilema estratégico ¿Hasta qué punto puede Argentina compatibilizar su reclamo de soberanía con la búsqueda de alianzas en defensa, especialmente con una potencia que mantiene tropas en el territorio disputado?

La clave del éxito británico radica en una acumulación sostenida de hechos concretos: vuelos, contratos, presencia logística y simbólica. No se trata de una militarización abierta, sino de un poder infraestructural que se naturaliza con el tiempo. En este modelo, Londres no necesita justificar su presencia: simplemente la ejerce.

Frente a este esquema, la política argentina parece carecer de una hoja de ruta. La administración de Javier Milei apuesta a un alineamiento con Occidente y la OTAN, pero sin resolver cómo traducir esa agenda en acciones concretas que refuercen el reclamo de soberanía sobre las Malvinas.

Sin capacidades operativas propias ni alianzas regionales sólidas, la postura argentina corre el riesgo de quedar atrapada en la retórica, mientras el Reino Unido consolida su posición como actor permanente en el Atlántico Sur.

Deleite

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