Malvinas, hay un nuevo soldado identificado

La historia de un héroe de 19 años que no quiso preocupar a sus padres y dejó al amor de su vida con la promesa de volver.

PAÍS30/06/202319640 Noticias19640 Noticias
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Malvinas, hay un nuevo soldado identificado

“Yo quiero ir”, dijo con los ojos iluminados. “Estás loco, no sabés lo que es la guerra”, le respondió su padre. La pequeña pantalla del televisor mostraba la imagen de la Plaza de Mayo repleta y al presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri proclamando desde el balcón: “Hoy 2 de abril de 1982 ya flamea la bandera argentina en nuestras islas”.

“Lo vamo’ a reventar, lo vamo’ a reventar”, aulló la multitud. “¡Argentina, Argentina!”, flamearon las banderas patrias. Jorge Eduardo López, todavía vestido con su uniforme de la Prefectura Naval, no pudo disimular su emoción: “Me voy de voluntario a las Malvinas”.

 
Sentados en la cocina de la casa en Tigre, sus padres María Magdalena Caldeiro y Juan Carlos López -ella ama de casa, él carnicero- le rogaron que no lo hiciera. Y el joven de 19 años calló, acarició la cabeza de su hermana menor Claudia, de 14, y fue a cambiarse para la cena.

“Pero sin que nadie lo supiera él se anotó en Prefectura, donde era marinero, para ir de voluntario”, recuerda frente Infobae su hermana. Treinta y nueve días después de aquel viernes en familia Jorge había muerto en la guerra.

La noche del 10 de mayo de 1982, el buque Isla de los Estados navegaba a oscuras por el Estrecho de San Carlos para llevar víveres, municiones, vehículos y medicamentos al Regimiento 5, la fuerza más aislada en Puerto Yapeyú. A las 22:15 la noche se hizo día y las explosiones sacudieron la calma. El infierno había comenzado. El barco fue atacado por la fragata británica Alacrity. Quince disparos de cañón dieron de lleno y todo fue fuego y muerte. De los 25 tripulantes solo dos lograron sobrevivir.

Desde ese día, Jorge Eduardo López fue un “desaparecido en acción”. Su cuerpo, creyeron durante 41 años quienes lo amaron, se lo había tragado el mar. Pero hoy, la historia del héroe volvió a reescribirse.

Pasión por el río y amor por Rosana

A las cinco de la mañana del 26 de junio de 1962, en una clínica de Caballito, el médico le anunció a la joven madre que paría su primer hijo: “Es un varón”.

María Magdalena lloró y besó al recién nacido. Un año antes había perdido un embarazo avanzado y este bebé llegaba en una fecha que solo podía anunciar felicidad: era su cuarto aniversario de casada. Juan Carlos López, su esposa y el pequeño no tardaron en instalarse en Tigre para construir allí la vida que soñaban. Seis años más tarde nació Claudia y la familia estuvo completa.

Jorge creció en los tiempos en que los vecinos jugaban en la calle y el Club Atlético y Social San Martín, donde se lucía como arquero, era el punto de encuentro de todos los amigos. Hincha de Boca y de Tigre, llegó a jugar al arco en Tigre Jr, pero nunca se imaginó en una cancha primera: él amaba la música. Zurdo, en el colegio lo obligaron a escribir con la derecha y aunque le fascinaba tocar la guitarra nunca pudo encontrar a un profesor de música que quisiera enseñarle a tocar con su mano izquierda.

No le gustaba mucho estudiar, y a los 16 dejó el colegio de oficios Don Orione para ir a trabajar. Comenzó en un negocio de frenos para autos, donde el dueño le enseñó a rectificar. Y allí estuvo hasta que le tocó el servicio militar. Los López siguieron el sorteo por la radio: “Le tocó el número 637, iba a ir a Prefectura”, señala Claudia.

Un año más tarde, Jorge anunció en su casa: “Voy a ser marinero”. Había decidido quedarse en la fuerza. Y ahí cambió su destino. Fue a la División Patrullaje, al Puerto, se especializó en el manejo de jeeps Mercedes Benz y en junio de 1981 lo enviaron a Puerto Belgrano para realizar nuevos cursos.

Estaba enamorado de Rosana Torres, una vecina a quien había sacado a bailar el día que ella emocionada celebró sus 15 años, y en secreto planeaban un futuro con hijos y una casa con fondo.

“Cuando Jorge no volvió de la guerra ella estuvo muy mal, hasta tuvo que ir al psicólogo. Durante años, junto a sus padres, vino todas las tardes a casa para acompañar a mi madre que estaba sumida en una profunda depresión. Rosana sufrió mucho”, recuerda Claudia.

La última Navidad que pasaron juntos fue toda felicidad. Pusieron la mesa en el patio, su madre preparó la mesa dulce para los vecinos que cada año iban a saludar después de las doce, y hubo brindis y baile.

“Después de que Jorge murió en la guerra ya no hubo Navidades, ni años nuevos, ni fiestas ni cumpleaños. Ni siquiera celebré mis quince porque en mi casa era todo llanto y dolor. La bomba que había matado a mi hermano también había destruido a mi familia”, llora su hermana.

“Quedate tranquila, mamá”

Fue el lunes 19 de abril de 1982, recuerda Claudia con asombrosa precisión, la primera vez que su madre tuvo un mal presentimiento. Jorge, que salía de trabajar a las dos de la tarde, no llegó a la hora esperada. María Magdalena empezó a desesperarse. Como no tenían teléfono de línea, fue hasta la casa de una vecina para llamar al Edificio Guardacostas. Nadie sabía que ese día se había realizado el sorteo en Prefectura entre quienes se habían anotado como voluntarios para ir a las islas Malvinas. Y Jorge había sido uno de los elegidos. Pero él llegó a su casa pasadas las ocho de la noche y no dijo nada. No quiso preocupar a sus padres y a su hermanita.

Dos días más tarde apareció con un uniforme nuevo y comentó como al pasar que lo enviaban a Puerto Belgrano. Se fue en la mañana del 23 de abril muy temprano, tanto que su hermana menor estaba durmiendo y no pudo despedirlo. “La noche anterior comimos en familia y mamá estaba rara, angustiada, creo que ella presentía que iba a las Malvinas”, recuerda Claudia.

Antes de dejar su hogar Jorge entró en puntillas de pie al cuarto de sus padres. Su mamá tenía sobre la mesa de luz una imagen de la Virgen de Luján, de la cual era muy devota, con un rosario. El ruido de la puerta la despertó y adivinó a Jorge en la oscuridad: se estaba llevando el rosario: “Quedate tranquila, mamá”, susurró. Y la saludó tirando un beso al aire.

Fue la última vez que vio a su hijo.

“No sabíamos nada de él. No habíamos recibido ni una carta. Y el 8 de mayo papá se fue al Edificio Guardacostas para preguntar por Jorge -precisa Claudia–. Allí le dijeron que iban a mandar una encomienda, que podíamos enviarle cartas, galletitas, chocolates. Los vecinos también trajeron cosas ricas para mi hermano. Y papá le escribió una carta”.

Unos días más tarde, la marcha militar que precedía a los comunicados del Estado Mayor Conjunto sobre lo que ocurría en la guerra, los puso en alerta: el buque Isla de los Estados había sido hundido.

“A mi mamá le agarró un ataque de nervios porque pensó que en ese barco iba la encomienda y no iba a llegarle nada. Nunca imaginó que Jorge estaba allí embarcado”, se quiebra su hermana.

Hoy, 30 de junio de 2023, un grupo conformado por Maco Somilgilana del EAAF, Juan Martín Mena, secretario de Justicia, Vanina Capurro de la Escribanía General de la Nación, y Mariano Flores, psicoanalista del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, llegaron a las 10 de la mañana a la casa la familia López con una misión: notificar la identificación.

Sentada en esa misma casa donde rió en la infancia junto a su hermano y vivió el dolor de su ausencia, Claudia supo que Jorge Eduardo descansa en la tumba D.A.4.3 del cementerio de Darwin.

“Estoy muy emocionada. Por suerte ahora sé dónde está realmente mi hermano. Siempre creímos que su cuerpo estaba en el fondo del mar y no era así... Todos los sentimientos de estos 41 años volvieron de pronto. Esto me da la paz de saber que hice lo que tenía que hacer”, le dice Claudia a Infobae.

Ya son 121 los soldados Identificados. En las islas, de 237 cruces, solo quedan cinco placas con la triste leyenda Soldado Argentino solo conocido por Dios. La causa sigue, hasta el último hombre.

Fuente:Infobae

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