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En el año 1931 La Comisión permanente para la Literatura y las Artes de la liga de las Naciones le encargó al Instituto Internacional de Cooperación Intelectual que generara un intercambio epistolar con las figuras más representativas de su época con el fin de dialogar sobre temáticas de interés internacional que entendían afectaban la vida en sociedad.
PAÍS06/01/2023 Lic. Leandro HocquartDos de esas figuras fueron nada menos que Albert Einstein, físico cuántico y creador de un verdadero cambio de paradigma en su disciplina, y Sigmund Freud el padre del Psicoanálisis.
Se les propuso que cada uno desde su propia materia, pero en diálogo con el otro, propusiera preguntas y generara un debate sobre el ¿Por qué de la guerra? Recordemos que veníamos de atravesar el gran conflicto bélico de 1914 con consecuencias devastadoras para la economía mundial y que, en función de esto, las resonancias se trasladaron a todo el mundo.
Einstein le preguntó entre otras cosas a Freud si existía algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra porque entendía que si bien el avance de la ciencia había favorecido a la civilización nunca había podido solucionar el problema de los conflictos bélicos.
Lo que de verdad le interesaba al hombre de las ciencias era conocer de dónde provenía la hostilidad de las potencias soberanas ejercidas sobre la clase dominada. Einstein entendía a su vez que para semejante dominio se utilizaban: las escuelas, la prensa y las iglesias. Tres instituciones movilizadoras de masas.
Una segunda pregunta que se hacía era ¿Cómo es posible que el efecto de estas instituciones fuera tal que despertara las más salvajes emociones en los sujetos que efervescentes llegaban incluso a sacrificar su propia vida y la de otros en nombre de un símbolo patrio?
Por fin le realizaba una pregunta más ¿Es posible controlar la evolución mental del hombre como para ponerlo a salvo de las psicosis del odio y la destructividad?
Las interesantísimas preguntas del Dr. Einstein fueron contestadas casi de inmediato por Freud que reafirmaba una hipótesis taxativa.
“Comienza Ud. ¿Con el nexo entre derecho y poder” y más adelante “…estoy autorizado para sustituir la palabra poder por violencia?, más estridente…”
Freud suponía que los conflictos entre los hombres a lo largo de la historia se zanjaban en principio mediante la violencia, una hipótesis fuerte que proponía una condición natural de hostilidad humana que había ido “evolucionando” desde el uso de la fuerza muscular hasta la especialización en la construcción de armas llegando al punto en que vencía quien mejores recursos tecnológicos tenía.
Lo fundamental en la respuesta de Freud era que había pesquisado que al introducir las armas la superioridad mental comenzaba a ocupar el lugar de la fuerza bruta.
Como solución posible proponía pensar que debían conformarse un ente que regulara el curso de las hostilidades cuando allí se despertaran y, que esto supondría una colaboración entre muchos interesados ligados por una misma voluntad: obtener la paz por la fuerza, si fuera necesario, ante los focos sublevados. Este grupo comunitario sería el encargado de velar por los derechos de los ciudadanos ejerciendo una violencia central permanente y con el poder de los Estados trasladados a esta institución.
Volviendo al nudo de la cuestión, siempre ha habido una íntima relación entre el poder y la violencia que a escalas mayores puede verse manifestado en los conflictos bélicos y que de acuerdo a Byung-Chul-Han el famoso filósofo coreano, tendencia en nuestros días, solo puede verse atenuada si apelamos a la razón como universal para la definición de los conflictos ya que entiende al igual que Freud, que la hostilidad es un elemento natural en la constitución de un sujeto, sino fuera así no necesitaríamos leyes para mantener en línea las pulsiones más agresivas de los individuos.
Ahora bien, a escalas más pequeñas, esas mismas pulsiones Eros y Tanatos, pulsión de vida y pulsión de muerte son las que se ponen a circular en la lógica del amor y el odio en las relaciones.
Nada parece contradecir las lógicas infantiles “los que se pelean se aman” o “del amor al odio hay un solo paso”. Si aceptamos estas consideraciones no nos resultará tan llamativo que dos personas que se amen locamente, puedan pasar a proyectar sobre el otro los peores de los odios incluso hasta llevarlo a la muerte. Esto sucede si las instituciones a cargo de garantizar la vida del derecho se ven desdibujadas en sus funciones o sometidas a la presión de las masas que toman cartas en el asunto desnudando las condiciones reales de los órganos de aplicación.
Entonces un asesinato que produce escándalo en la sociedad genera un efecto de aturdimiento y desajuste de los convenios que rigen la vida del derecho. Aun así, entendiendo esta fórmula amor-odio, se vuelve necesario un reordenamiento que vuelva a establecer el equilibrio de una comunidad que se ha visto perturbada.
Una línea muy delgada debe atravesar la justicia entre el derecho y la condición psicológica de alguien que decide quitarle la vida a otro para no des-generar las perspectivas de género que han costado tanto trabajo consolidar bajo los convenios internacionales que ha decidido incorporar también la Argentina.
La Ley, como dos caras de una moneda, contempla un plano protectivo para aquellas personas que se mantengas bajo las normas de la sociedad y punitivo para aquellos que rompan esos convenios.
Quienes encarnan la figura de la justicia deben estar instruidos y especializados hoy más que nunca en las condiciones reales que se enfrentan al realizar lecturas e intervenciones en lo que respecta a la perspectiva de género para no caer en facilismos cómplices de la presión que ejercen las masas bajo tendencias contemporáneas que aluden a una identificación masiva a un género en detrimento de la igualdad de derechos.
Esto es quizá uno de los desafíos más grandes en manos de la justicia para garantizar el equilibrio perdido y la igualdad de derecho, sin importar si quien comete el acto se auto percibe hombre, mujer o no binario con sus variantes ya que cada sujeto debe dar cuenta de sus actos frente a la ley indistintamente de su posición sexual.
Una de las representaciones de la justicia que tomó una banda musical en los 90 para la portada de su disco la dibujaba con una balanza en la mano y una venda en los ojos, aun así con esas limitaciones no debe perderse el objetivo “… And justice for all”.
Por Leandro Hocquart:
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