Argentina tiene su primera santa: el papa Francisco canonizó a Mama Antula

El pontífice canonizó a María Antonia de Paz y Figueroa y la convirtió en la primera santa de nuestro país. Javier Milei estuvo presente en la ceremonia.

11/02/2024 19640 Noticias 19640 Noticias
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Argentina tiene su primera santa: el papa Francisco canonizó a Mama Antula

Tres meses y medio después del anuncio que hizo el Vaticano el 24 de octubre de 2023, este domingo el papa Francisco canonizó a María Antonia de Paz y Figueroa, conocida popularmente como Mama Antula, y la convirtió en la primera santa argentina. La ceremonia comenzó a las 5.30 (hora argentina) y contó con la presencia del presidente Javier Milei, quien se acercó a la Basílica de San Pedro para presenciar el histórico momento.

Luego de leer el Evangelio, el sumo pontífice desarrolló la celebración Eucarística dedicándole unas palabras a la laica consagrada cristiana: «Involucró a un sinfín de personas y fundó obras que perduran hasta nuestros días. Pacífica de corazón, iba ‘armada’ con una gran cruz de madera, una imagen de la Dolorosa y un pequeño crucifijo al cuello que llevaba prendida una imagen del Niño Jesús. Lo llamaba Manuelito, el ‘pequeño Dios con nosotros'».

Y añadió: «Tocada y sanada por el ‘pequeño Dios de los pequeños’, al que anunció durante toda su vida, sin cansarse, porque estaba convencida, como le gustaba repetir, de que ‘la paciencia es buena, pero mejor es la perseverancia’. Que su ejemplo y su intercesión nos ayuden a crecer en la caridad según el corazón de Dios«.

De esta manera, fue la tercera vez que el actual líder de la Iglesia Católica transformó en santo a una persona con nacionalidad de este país. El primero fue José Gabriel «Cura» Brochero, nombrado en 2016, mientras que el segundo fue Artémides Zatti, que lo logró en 2022

Antes de canonizar a Mama Antula, Francisco presidió la misa leyendo el Evangelio. Allí, el argentino tocó el tema de la lepra y la marginación, «dos males de los que Jesús quiere liberar al hombre que encuentra en la narración».

«Aquel leproso se ve obligado a vivir fuera de la ciudad. Frágil a causa de su enfermedad, en vez de ser ayudado por sus compatriotas es abandonado a su suerte, y se le hiere aún más con el alejamiento y el rechazo. ¿Por qué? Ante todo, por miedo, por el miedo a ser contagiados y terminar como él… Después, por prejuicio: ‘Si tiene una enfermedad tan horrible seguramente es porque Dios lo está castigando por alguna culpa que haya cometido; y entonces, claramente, se lo merece’… Y, finalmente, la falsa religiosidad. En aquel tiempo, se consideraba que quien tocaba a un muerto se volvía impuro, y los leprosos eran gente a quienes la carne ‘se les moría encima’. Por tanto, se pensaba que rozarlos significaba volverse impuros como ellos. Esta es una religiosidad distorsionada, que crea barreras y sepulta la piedad», comenzó el sumo pontífice.

Siguiendo la misma línea, explicó que no hay que pensar que «son sólo cosas del pasado». Y añadió: «Cuántas personas que sufren encontramos en las aceras de nuestras ciudades. Y cuántos miedos, prejuicios e incoherencias, aun entre los que creen y se profesan cristianos, contribuyen a herirlas aún más. También en nuestro tiempo hay tanta marginación, hay barreras que derribar, ‘lepras’ que sanar».

Ante esta problemática, el papa expresó que se trata de la «lepra del alma», que es «una enfermedad que nos hace insensibles al amor, a la compasión, que nos destruye por medio de las ‘gangrenas’ del egoísmo, del prejuicio, de la indiferencia y de la intolerancia».

Y agregó: «Si nos dejamos tocar por Él en la oración, en la adoración, si le permitimos actuar en nosotros a través de su Palabra y de los sacramentos, el contacto con Él nos cambia realmente, nos sana del pecado, nos libera de las cerrazones, nos transforma más allá de cuanto podamos hacer por nosotros mismos, con nuestros propios esfuerzos. Nuestros miembros heridos y las enfermedades del alma debemos presentárselos a Jesús; esto se hace en la oración. Pero no una oración abstracta, hecha sólo de fórmulas repetitivas, sino una oración sincera y viva, que deposita a los pies de Cristo las miserias, las fragilidades, las falsedades, los miedos».

«De aquello que parecía un valle de huesos resecos, resurgen cuerpos vivientes y renace un pueblo de salvados, una comunidad de hermanos. Pero sería engañoso pensar que este milagro requiera formas grandiosas y espectaculares para realizarse, porque sucede principalmente en la caridad escondida de cada día; esa caridad que se vive en la familia, en el trabajo, en la parroquia y en la escuela; en la calle, en las oficinas y en los negocios; esa caridad que no busca publicidad y no tiene necesidad de aplausos, porque al amor le basta el amor», concluyó.

Mama Antula, la nueva santa argentina

Nació en 1730 y dedicó su vida a viajar de ciudad en ciudad por el noroeste argentino para promover «ejercicios espirituales según el espíritu ignaciano, confiando únicamente en la Providencia«.

En sus viajes, María Antonia de Paz y Figueroa visitó Catamarca, La Rioja, Jujuy, Salta, Tucumán y otros sectores de Santiago del Estero, como Salavina y Loreto. En ocho años, logró «ofrecer los ejercicios espirituales a 70.000 personas».

En 2016, se realizó una ceremonia para beatificarla en su ciudad natal. Esto sucedió gracias a que el papa Francisco aprobó la publicación de un milagro por la «sanación religiosa» de las Hijas del Divino Salvador en 1904. Sin embargo, lo que la convierte en santa es lo que pasó en 2017.

Claudio Perusini, nacido en 1959 y ex alumno de Jorge Bergoglio, sufrió un accidente cerebrovascular que lo dejó en estado vegetativo y en pronóstico reservado. Cuando era casi imposible que siga normalmente con su vida, sus familiares y amigos comenzaron a rezarle a Mama Antula pidiendo un milagro.

Días después, el hombre se recuperó y sanó por completo. Según informaron, los médicos no pudieron explicar lo que había sucedido, ya que era muy difícil que se salve, por lo que se lo adjudicaron a la Beata. Por este motivo, en 2018 comenzó la investigación de lo que había pasado y se enviaron sobres lacrados al Vaticano para que examinen en la Comisión para las Causas de los Santos, dando como resultado que, cinco años después, el pontífice tome la decisión de canonizarla y nombrarla santa.

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