Leyenda Tehuelche: El que come calafate siempre vuelve a la Patagonia

Una vieja leyenda Tehuelche cuenta que "el que come calafate siempre vuelve" a la Patagonia. Quienes abandonan su lugar de origen por estudio o trabajo se aferran a esa creencia con la esperanza de regresar al pago.

País 19/01/2023 19640 Noticias 19640 Noticias
Calafate
Leyenda Tehuelche: El que come calafate siempre vuelve a la Patagonia

Cuenta la leyenda que el arbusto que da ese fruto azul oscuro nació de una vieja Machi Tehuelche que, impedida de continuar el viaje con el resto de la tribu, quedó en medio del crudo invierno patagónico sola, abandonada hasta por las aves que emigraron en busca de alimento con la llegada del frío.

Cuando el clima dejó de ser hostil, los pájaros regresaron y la vieja machi los reprendió por haberla abandonado durante el invierno. Ellos le dijeron que no era su intención, pero durante el invierno no tenían alimento y por eso precisaban emigrar. Ella comprendió su justificación y les susurró que nunca deberían volver a marcharse, ya que se encargaría de lo que tanto les preocupaba.

Tras sus palabras, un fuerte viento derribó el toldo que cobijó a la anciana y allí estaba el calafate, del cual se alimentaron las aves en el invierno. Las que estaban nunca abandonaron el lugar y las que habían emigrado, enteradas del nuevo alimento, volvieron con la certeza de que nunca les faltaría el alimento para sobrevivir. De allí nació el mito de que "el que come calafate, siempre vuelve a la Patagonia".

Sin embargo, no es la única versión, ya que hay una historia de amor que también le da vida al mismo mito sobre el fruto de ese arbusto espinoso, que nos invita a siempre regresar a esa región, siempre y cuando lo comamos.

Calafate

Esta versión narra el amor entre la bella doncella Calafate y un joven de otra tribu. Calafate tenía una belleza sin igual, era atenta e inteligente y era, a su vez, la adoración de su padre, un cacique Aonikenk.

Calafate enamoró con su belleza y carisma a un joven Selk’nam que había sido invitado para superar el ritual de iniciación para dejar de ser un niño y comenzar a ser un hombre. Fue amor a primera vista, pero el amor se vio condicionado por el padre de la joven, que no tenía la mejor opinión de los Selk’nam y quiso impedir que su hija tenga un amorío con el muchacho.

Más allá de la oposición del cacique, no había nada que pudiera interponerse en el amor entre Calafate y el joven, por lo que el padre de la doncella acudió al chamán de la tribu que, impedido de acabar con los sentimientos de ambos, sugirió mantenerlos alejados por el resto de sus vidas.

Fue así que el chamán convirtió a Calafate en una planta que nadie había conocido: con flores doradas, con espinas y con un fruto azul oscuro.

El joven la buscó incansablemente por todos lados, pero nunca tuvo éxito. Los dioses se apiadaron del Selk’nam y lo convirtieron en un pequeño pájaro para que pudiera recorrer el territorio más rápido. Tras una incesante y extensa búsqueda, logró divisar un arbusto que nunca había visto.

Probó su fruto y comprendió que la dulzura de este era similar a la de su amada. Sí, encontró a Calafate, y decidió que jamás se alejaría de ella. El amor era tan fuerte que ni las espinas podían separarlos y fue así como el joven murió a su lado. Por eso, quien coma calafate, está destinado a volver a la Patagonia.

Lo que queda claro es que hay que comer calafate. Si sos amante de la Patagonia, no te prives de probar el fruto para siempre poder regresar.

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