Familia santafesina dejó todo y partió de Ushuaia rumbo a Alaska con el propósito de "vivir la vida"

Los Molina Acosta están de visita en Santa Fe, donde viven sus familiares. Son un matrimonio y sus dos chicos que arrancaron el 14 de febrero la aventura de cruzar de sur a norte las tres américas para llegar a Alaska. El único propósito: vivir la vida hoy.

País 19/05/2022 19640 Noticias 19640 Noticias
Familia de SAnta Fe

"Nos dimos cuenta que la vida es hoy, que el mañana es incierto. Entendimos que cada segundo de la vida pasa, corre, vuela… ¿Y qué hacemos cuando entendemos eso? Hay dos posibilidades: lo dejamos pasar y lo miramos desde abajo viendo como envejecemos o nos enganchamos como cola a un cometa de niño y empezamos a vivir. En cada uno está la decisión".

Con esa frase Gisela Acosta (39 años) explica la razón de la aventura que emprendió junto a su marido y sus hijos en el mes de febrero: dejar todo en Ushuaia, donde vivían, para emprender un largo viaje hacia Alaska, en territorio estadounidense.

Gabriel (42 años), Matko (15) y Tiziano (8) acompañan a Gisela en esta aventura. Son la familia Molina Acosta, de raíz santafesina, además, porque todos nacieron en la capital provincial. Circunstancias de la vida, o expectativas por un futuro mejor, fueron las que hicieron que durante 8 años vivieran en la capital de Tierra del Fuego, donde dejaron afectos y personas queridas para pasar por casa, su querida Santa Fe, y en un tiempito seguir viaje.

Consultada sobre cómo se llegó a la decisión de dejarlo todo y partir con destino a Alaska, Gisela contó: "Plena cuarentena. No se podía salir de casa. Yo me quedo desempleada porque trabajaba en una hostería y mi marido sin poder trabajar, porque tenía su taller de reparación de electrodomésticos cerrado. Ahí dijimos nos vamos. La vida es hoy".

Los Molina Acosta reconocen que tomar la decisión no fue fácil. Las preguntas y las dudas fueron muchísimas. Pero una vez tomada y aceptada por todos no hubo vuelta atrás: decidieron vender todo para comprarse una casa pero que en vez de cimientos tuviera ruedas para poder moverse.

"Compramos el motorhome en Posadas, Misiones. Así está habilitada, por eso le decimos motor home a la traffic. Se la compramos a una pareja que tenía el mismo deseo que el nuestro pero que no pudieron llevarlo a cabo.

Estaba semiarmada, tenía algunos muebles… La verdad es que teníamos que prepararla bien porque además nosotros somos cuatro. Fue entonces que vinimos a Santa Fe, donde tenemos a la familia, y la pusimos a punto para arrancar nuestra aventura", relató Gabriel. Y agregó: "Ponerla a punto nos llevó 5 meses".

De regreso a Ushuaia dejaron todo en orden, se despidieron de gente querida y en febrero de este año arrancó la aventura: vivir la vida sin tiempos, recorrer kilómetros sin apuro, disfrutando de cada segundo de la vida.

¿Y la plata?

Los Molina Acosta tienen muy en claro que el dinero no hace a la felicidad. Ellos invirtieron todo lo que tenían en su casa con ruedas, como le dicen.

Consultados sobre cómo hacen para comprar los alimentos y todo lo que requiere vivir, Gisela dice que hacen artesanías que luego venden. "Nosotros nos vamos moviendo con el dinero que vamos obteniendo de nuestras ventas. Pero tengo que decir que hay muchísima hospitalidad. La gente que nos ve nos ayuda. Muchos cuando lo hacen nos felicitan porque estamos haciendo algo que ellos no se animaron a hacer. Además no tenemos tiempos establecidos. Hay días que hacemos 100 kilómetros, o 200 y paramos unos días. Queremos vivir el hoy.

No estamos pendientes de cuándo vamos a llegar a Alaska. Queremos conocer nuestro hermoso país, disfrutarlo. Por eso si bien teníamos un mapa de ruta, vamos haciendo todo como va surgiendo. Sin tiempos, sin prisa…".

Los Molina Acosta no son los únicos en las rutas viviendo una aventura de estas características. Son muchísimos los argentinos que se encuentran haciendo lo mismo, y hasta tienen un grupo de WhatsApp donde se van comunicando, contando experiencias, pasando datos…

Escuela virtual

Sobre la escolaridad de Matko y Tiziano, sus padres cuentan que en la pandemia quedó demostrado que se puede aprender a distancia. Por eso lo educativo no es algo que les preocupe. Ellos son los docentes de sus hijos, quienes en julio arrancaran las clases en el marco de un programa estadounidense que contempla alumnos en viaje.

Son 14.914 los kilómetros que separan Ushuaia de Alaska. Pero para Gisela, Gabriel, Matko y Tiziano eso es solamente un número que no significa nada. Lo que sí les eriza la piel es saber que esta visita a Santa Fe podría ser la última en décadas. Volver al país, por ahora, no es una opción. Y eso les duele porque dejan a los suyos: a padres, abuelos, hermanos, hermanas, cuñados, sobrinos, primos… Pero están fuertes, convencidos de que la vida es hoy y está en uno dejar que los segundos pasen como si nada o engancharse como cola a un cometa de niño y vivir.

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